jueves, 9 de junio de 2011

La roca

Me arrojo al suelo hasta que mi cabeza encuentra



la planta de mis pies.
Cuando llego a ellos observo que la roca blanquecina
está brotada de hilillos de sangre.

-Todo es gris excepto la luna y su luz-


Me arrojo, y entre las manos me vuelven a brotar hilos de sangre
con voz propia y delante de la roca blanquecina,
iluminando mis manos la luna,
sé que mis gritos nadie los escucha,
que la roca no es blanca por sí misma,
que es la luna la que con su luz engañosa y no consciente de ella la cubre…
Cuando la sangre alborota todo mi paisaje, y las lágrimas brotan de mis ojos,
siento en el pecho la desolación del gris grito de esa misma roca
a la que un día le conté tan sólo algunos de mis inconfesables secretos.

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