Resuellan en este verano improvisado los antiguos ronroneos de las lejanas y acristaladas risas de antaño.
Dejar la muerte ahora y posarme yo sobre las pestañas fatigadas del hastío, dulcemente, sin reproches, significa ocupar ese lugar que nunca sentí mío.
Llegué a Itaca en un tiempo de naufragios y naufragué a pesar de las advertencias de Ulises.
Viviré con ello mientras tanto, no hay refugio,
no hay realidad.
No queda futuro que me pretenda.
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