viernes, 17 de junio de 2011

El ángel de plata

Tan sólo el cielo azul nos une.
Tan sólo el universo nos sucede.
El ángel de plata bebe en la copa.

-Hoy sé que estoy muerta al fin.-

En un grito alcanzaría sin dudar mi espíritu al tuyo
para diluirse en ti.
Bebemos sin embargo el clamor del que toca la trompeta.

!Saciad el deseo en otro cuerpo! -nos gritan-
¡Viajad con el alma a cuesta! -entendemos-
¡Fijaos en la pluma que se desprende del ave! -¡claman!-
¿Buscará, ella, un día su lugar antiguo? -preguntamos-

No vengo ni voy a ningún lugar
donde no hayáis sido.
No vengo.
¡No soy hechicera!,
ni me bebo la sangre de un hombre
como vulgar murciélago que sueña en la rama
que en la noche le da cobijo y cuelgue.
No vengo de mucho más lejos
que drácula en su pasión y su celo.
En su amor encarnizado y loco empapado en sangre
sin haber bebido jamás del único cuello que amaba.
No vengo ni voy más lejos que tú andas separado de la muerte.
Tu tiempo es mi tiempo,
¡tu carne es mi carne y no la quiero!.
El sol en el horizonte no me es tan amable
si veo en la laguna de la tierra una luna colgada
de las sombras en una noche lúgubre.
¡No me muestres la luz en el ángel!.
Muéstrame la oscuridad que encontré
cuando vagaba a ciegas buscando luz.
Mis ojos son túneles percibiendo abismos no explorados.
En el espacio y con alas en los pies me elevo segura de ir
hacia lo que la noche engendra.
¡Demasiada luz me turba!.
¡Demasiada luz hace que me duela el alma!…
La dulzura es inoportuna según en que momento.
De niña me dieron la espada,
de niña luche contra el hado,
que hoy confundo y al que en su defecto llamo ángel.

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